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De la Tolerancia a la Aceptación: Un Cambio de Paradigma Imprescindible

Cuando contemplamos la armoniosa coexistencia en nuestra heterogénea sociedad, la palabra ‘tolerancia’ a menudo se convierte en el baluarte de nuestras reflexiones. Sin embargo, este término, a pesar de su valor inherente, invita a un escrutinio más profundo sobre su uso y su alcance.
Martin Luther King Jr. articuló: “La verdadera paz no es meramente la ausencia de tensión, sino la presencia de justicia”. En la misma línea, la aceptación no se reduce a la mera ausencia de rechazo o exclusión, sino que encarna la presencia de reconocimiento y respeto. El acto de tolerar, permitir la existencia de algo, no es suficiente. En cambio, la aceptación nos reta a reconocer y apreciar activamente las diferencias.
Examinar la tolerancia desde una perspectiva de costos y beneficios, en la que el otro es tolerado como resultado de un cálculo pragmático, representa un enfoque utilitario que ignora la dignidad humana en toda su magnitud. Para ponerlo en contexto, consideremos una pieza de arte abstracto en una galería. Algunos visitantes pueden no entender ni apreciar el estilo o la técnica, pero toleran su exhibición por su atractivo para otros. Esto es tolerancia. Sin embargo, si los visitantes procuran entender el contexto y el significado detrás de la obra, a pesar de su diferencia estética, esto se alinea más con la aceptación.
En la famosa frase de John Stuart Mill, “La humanidad se beneficia enormemente de la diversidad”, encontramos una verdad universal. La pluralidad de pensamientos y creencias no es simplemente un medio para alcanzar una ‘verdad’ objetiva, sino un fin en sí mismo que aporta a la riqueza de nuestra sociedad.
Históricamente, nos encontramos con la paradoja de la tolerancia al contemplar la intolerancia. ¿Debemos excluirlos del discurso o, más bien, podríamos encontrar más valor en incluir y educar a estas personas en la importancia de la diversidad y la pluralidad? Esta paradoja fue particularmente evidente en la década de 1960 durante la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, cuando los defensores de los derechos civiles lucharon para cambiar la mentalidad de una sociedad racialmente intolerante.
Este análisis nos lleva a cuestionar si la tolerancia está enraizada en una posición de privilegio. ¿No insinúa el acto de “tolerar” a alguien la existencia de una autoridad que otorga permiso para ser diferente? A la luz del mes del Orgullo LGBT+, esta pregunta adquiere especial relevancia. La tolerancia hacia la diversidad sexual y de género no debería sugerir que esta comunidad esté sujeta a la aprobación de la sociedad. En lugar de eso, es esencial celebrar su existencia y contribuciones, un verdadero eco de la aceptación.
La aceptación es un acto de amor y respeto que va más allá de la mera tolerancia. Reconoce y aprecia genuinamente las diferencias, y valora lo que aportan al mosaico de la humanidad. En palabras de Audre Lorde, “No son nuestras diferencias las que nos dividen. Es nuestra incapacidad para reconocer, aceptar y celebrar esas diferencias”.
Para entender mejor este argumento, podemos observar la evolución de los derechos LGBT+ en las últimas décadas. En muchos países, las relaciones entre personas del mismo sexo pasaron de ser criminalizadas a ser toleradas y, finalmente, reconocidas y protegidas por la ley. Sin embargo, a pesar de estos avances, la discriminación y la violencia persisten, lo que demuestra que la tolerancia por sí sola no es suficiente.
Nelson Mandela, luchador incansable contra el apartheid en Sudáfrica, proclamó: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión. La gente debe aprender a odiar, y si pueden aprender a odiar, también pueden ser enseñados a amar, porque el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”. Esta es precisamente la idea que debemos encarnar en nuestras vidas y en nuestras sociedades.
Por lo tanto, en este mes del Orgullo LGBT+ y en todos los meses que siguen, hagamos un esfuerzo consciente para desplazar nuestra perspectiva desde la tolerancia hacia la aceptación. Apreciemos la diversidad de nuestras comunidades como una riqueza a celebrar, no solo a tolerar. En lugar de simplemente coexistir, esforcémonos por comprender y valorar las experiencias de los demás.
Al final del día, la aceptación no es solo sobre los demás. También es un reflejo de nosotros mismos, de nuestra capacidad para amar y respetar a los demás por lo que son, no a pesar de, sino precisamente debido a sus diferencias. En este sentido, la aceptación es una celebración de la diversidad humana en toda su hermosa complejidad.
Por lo tanto, hagamos de la aceptación nuestro objetivo final y encarnemos en nuestras vidas y en nuestras sociedades la idea que Nelson Mandela proclamó. Trabajemos juntos para fomentar un mundo que no solo tolere, sino que acepte y celebre cada color del arco iris humano.

Lic. Javier Martínez
Psicólogo

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